ILUSIONES
ILUSIONES
La música suave de Caetano Veloso irrumpía en el ambiente semioscuro, algunas voces llegaban lejanas, a pesar de estar muy cerca, pues lo único que podía escuchar era su respiración y sus manos acariciándole la nunca, simulando un masaje.
Ella se dejaba llevar por esa sensación agradable que invadía su cuerpo, la música, las manos, la respiración conformaban una atmósfera utópica, que la trasladaba a otra lugar donde solo él y ella tenían cabida.
De pronto, sus miradas se encontraron, ella acerca su boca a la mejilla de él. Lo besa suavemente y le susurra al oído, me gustas. A penas sus labios se rozaron, pero ese instante, fue suficiente como para darse cuenta que ese momento mágico era el comienzo de una relación que, hasta este instante, jamás se lo había imaginado.
En la habitación había más personas, pero ellos estaban inmersos en su propio mundo, un mundo de miradas, de manos que se encuentran a escondidas, de sonrisas cómplices.
Un nuevo amanecer puso punto final a esta noche singular, con la promesa de que un nuevo día los reencontraría.
No fue el día que volvió a reunirlos, pero si una nueva noche, otra noche de compartir amigos, tragos, risas y en esa mezcla de vivencias, ellos hallaron la manera de encontrarse nuevamente, de entrecruzar miradas cómplices, deseando que las horas transcurrieran deprisa para poder reunirse en un abrazo. Sin testigos de ese amor que tímidamente se atrevía a asomarse de vez en cuando, casi imperceptible.
Al fin sus bocas se fusionaron en un beso, sus lenguas se buscaron, el deseo urgía abriéndose camino en esos cuerpos nuevos, que invitaban a descubrirse y a gozarse.
Un aúllo ahogado junto a un placer infinito los dejo tumbados sobre la cama revuelta, con los cuerpos sudados, los humores intercambiados y un estallido de risa y felicidad se coló en esa comunión de afectos.
Este fue el principio de un vínculo inesperado, de un peregrinar por sensaciones nuevas, frescas, el despertar de afectos sosegados, el andar por caminos vírgenes, un poco a tientas, pero con la seguridad insondable de un amor profundo.
Amor, compromiso, son dos palabras que no pueden viajar separadas, pero que muchas veces el solo hecho de pensarlas juntas nos paralizan, al punto de no permitirnos emprender una historia por miedo a quedarnos atrapados en ese "amor" y en ese "compromiso" y perder lo más preciado, la libertad.
La música suave de Caetano Veloso irrumpía en el ambiente semioscuro, algunas voces llegaban lejanas, a pesar de estar muy cerca, pues lo único que podía escuchar era su respiración y sus manos acariciándole la nunca, simulando un masaje.
Ella se dejaba llevar por esa sensación agradable que invadía su cuerpo, la música, las manos, la respiración conformaban una atmósfera utópica, que la trasladaba a otra lugar donde solo él y ella tenían cabida.
De pronto, sus miradas se encontraron, ella acerca su boca a la mejilla de él. Lo besa suavemente y le susurra al oído, me gustas. A penas sus labios se rozaron, pero ese instante, fue suficiente como para darse cuenta que ese momento mágico era el comienzo de una relación que, hasta este instante, jamás se lo había imaginado.
En la habitación había más personas, pero ellos estaban inmersos en su propio mundo, un mundo de miradas, de manos que se encuentran a escondidas, de sonrisas cómplices.
Un nuevo amanecer puso punto final a esta noche singular, con la promesa de que un nuevo día los reencontraría.
No fue el día que volvió a reunirlos, pero si una nueva noche, otra noche de compartir amigos, tragos, risas y en esa mezcla de vivencias, ellos hallaron la manera de encontrarse nuevamente, de entrecruzar miradas cómplices, deseando que las horas transcurrieran deprisa para poder reunirse en un abrazo. Sin testigos de ese amor que tímidamente se atrevía a asomarse de vez en cuando, casi imperceptible.
Al fin sus bocas se fusionaron en un beso, sus lenguas se buscaron, el deseo urgía abriéndose camino en esos cuerpos nuevos, que invitaban a descubrirse y a gozarse.
Un aúllo ahogado junto a un placer infinito los dejo tumbados sobre la cama revuelta, con los cuerpos sudados, los humores intercambiados y un estallido de risa y felicidad se coló en esa comunión de afectos.
Este fue el principio de un vínculo inesperado, de un peregrinar por sensaciones nuevas, frescas, el despertar de afectos sosegados, el andar por caminos vírgenes, un poco a tientas, pero con la seguridad insondable de un amor profundo.
Amor, compromiso, son dos palabras que no pueden viajar separadas, pero que muchas veces el solo hecho de pensarlas juntas nos paralizan, al punto de no permitirnos emprender una historia por miedo a quedarnos atrapados en ese "amor" y en ese "compromiso" y perder lo más preciado, la libertad.
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Perro Callejero -
Un beso peregrino